Del mismo modo que los zapatos nos protegen cuando caminamos y nos evitan molestias o dolores además de resbalones, los neumáticos de nuestro coche le evitan desgastes innecesarios, gasto de combustible y, por supuesto, accidentes.
Para asegurarnos de que los neumáticos se usan de forma óptima, hemos de empezar por observar su dibujo: si la banda de rodadura es menor de 2 milímetros toca cambiarla, al menos es recomendable hacerlo; si baja de 1,6 milímetros, es obligatorio. Ese dibujo no es caprichoso, ya que se encarga de mantener al coche pegado a la carretera y de evacuar el agua en piso mojado.
La presión óptima ahorra dinero y disgustos
Además del dibujo, y como medida de seguridad y ahorro, hemos de controlar la presión del neumático. Es fácil saber cuál es la óptima: lo indica el propio fabricante, habitualmente con una pegatina debajo de la puerta del conductor.
Si las ruedas llevan mucha presión, el coche irá botando; si llevan poca, «le costará moverse», lo que resulta en un gasto de combustible mayor, el desgaste de la cubierta será más importante y, además, aumentará el riesgo de reventón, puesto que el roce genera tal calor que puede reventar el neumático.
Sentido común, el sexto y más importante
Por lo demás, el sentido común ha de ser el que marque el uso y cuidado del neumático: recordemos que en verano el aire del interior de la rueda se dilata, de modo que necesita menos presión en frío; que debemos evitar, en la medida de lo posible el firme demasiado irregular; que no golpeemos la rueda contra la acera al aparcar; que debemos dejar un pequeño espacio entre la acera y el neumático
Lo dicho, sentido común.